¡Qué lástima! Lástima que tengamos que concentrar en una jornada todo lo que se trabaja día a día por una sociedad más justa, más consciente, solidaria e igualitaria. Es vergonzoso que debamos seguir «luchando» para dar visibilidad un derecho que tenemos de nacimiento, y es porque aún en nuestros días, se sigue mirando para otro lado, se sigue silenciando, se sigue temiendo ser mujer.
¿De dónde proviene este desprecio a lo femenino tanto de hombres como de mujeres? Todo empieza con la historia prerromana, cuando la representación femenina era el centro de la cosmovisión de las tribus indígenas, el ciclo cerealista de la alimentación, de la vida, la muerte y el renacimiento era potestad de la divinidad femenina. A Ella se le rezaba, se le bailaba, se le ofrendaba para que hubiera alimento, animales y una tribu numerosa, bien alimentada e invencible.
Una vez que entra los romanos en acción con la conquista, fueron aniquilando las deidades de los indígenas para “civilizarlos”. Siglos más tarde, llegaría la evangelización a Europa y América, desterrando todo indicio de protagonismo femenino. Los dioses de la antigua religión se convertirían en los demonios de la nueva. Así las deidades femeninas se consideraron demoniacas y causantes del pecado original.
Claro que como no pudieron desterrar a la deidad femenina del todo, en su lugar colocaron a la Virgen María casta y pura, tapada hasta la cabeza, con un niño en sus brazos, en sustitución de la Diosa de la Tierra y del Cielo, embarazada, con un gran ombligo, pechos y vulva voluptuosas, generadora y creadora de vida.
Hasta nuestros días, que estoy resumiendo muchísimo, la religión patriarcal ha reforzado esta separación y verticalidad entre el hombre y la mujer, la condena de Eva y la exclusión de Lilith, normalizando a un Adán como un ser exigente que evitaba su soledad a cualquier precio. Todo esto está en nuestro ADN, lo veamos o no. En general, exceptuando muchos casos (afortunadamente), nosotras las mujeres no solo nos condenamos las unas a las otras, si no, que seguimos educando a hombres en el machismo, tal vez inconscientemente. La mano que mece la cuna, es la mano que domina el mundo.
¡Mujeres! ¡Hombres! ¡Cambiemos la historia!
Creo firmemente que el cambio es interno. Cada una de nosotras y nosotros debemos hacerlo de manera diferente. Hacernos conscientes de los patrones que estamos repitiendo de nuestro árbol genealógico, soltar las cadenas que nos atan al pasado y de cómo lo hicieron nuestros ascendientes.
Aunque entiendo que para llegar hasta ahí, debemos despertar una conciencia que no teníamos hasta ahora. No podemos reconocer lo que no vemos, ni ver lo que no conocemos. Hay que tomar conciencia de nuestras acciones repetitivas, ¿Cómo lo puedo hacer diferente? ¿Cómo dejo de atraer relaciones tóxicas? ¿Cómo salgo del victimismo y me hago responsable de mis decisiones, de mis actos y mis palabras? ¿Cómo puedo soltar la culpa (por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa) de ser mujer por el mero hecho de existir? ¿Cómo integro a mi Lilith? ¿Cómo hago las paces con mi Eva? Todo empieza en ti, en mí, en nosotros, nosotras, para que se pueda reflejar en la sociedad.
Pequeños cambios de personas anónimas crean una masa crítica hacia un gran cambio en la humanidad. ¿Quieres formar parte de este cambio?
Nosotras, las mujeres, nos hemos tenido que masculinizar por supervivencia. Lo aprendimos de nuestras madres, de nuestras abuelas, de padres y de maridos ausentes. No hemos conocido otra forma y es la forma en la que nos relacionamos, perpetuando la debilidad del femenino y la invalidación del masculino.
Los hombres, en general, están descolocados, ninguneados, inutilizados, excluidos, manipulados, seducidos, violentados, cargando con culpas que no les pertenecen, culpas del pasado. Hombres que no se permiten un estado de vulnerabilidad porque no “les es permitido”. Además, puedo observar en las nuevas generaciones, que este exceso del masculino violento del pasado se está polarizando hacia el otro extremo, hacia un masculino debilitado, sin acción.
El problema de una energía masculina marciana (del planeta Marte, Dios de la guerra) reprimida es una bomba de relojería y canalizado de una forma inconsciente, arremete contra todo lo que tiene delante, porque su herida no es con la mujer que tiene enfrente, es con su madre, con su padre, con el femenino y el masculino que conoció desde su más tierna infancia y esto es sólo la punta del iceberg.
Hombres heridos vinculados con mujeres salvadoras…. Combinación mortal de violencia de género y descendencia invertida (hijas masculinizadas, en continua acción e hijos feminizados en continua recepción).
Mujeres masculinizadas con hombres invalidados…. Manipulación hacia el masculino (e incluso violencia de género) y descendencia nini (ni estudian ni trabajan)
Otros mandatos transgeneracionales:
Victima: persona con el mandato de no permitirse vivir (ni disfrutar, ni gozar).
Perpetrador: el que cumple con el mandato de quitar la vida (o violentar). El perpetrador/a no se permite amar ni ser amado.
Se sigue violando, asesinando, abusando, porque no estamos llegando al núcleo del problema. Se necesita una mirada transpersonal para llegar al fondo de esta lacra social, se necesita llegar a las heridas de cada uno y a los patrones que se están perpetuando, para poder tomar acción en el lugar correcto, que no es la superficie.
¿Dónde está la semilla que germinará en una nueva humanidad? La tienes tú, tu que estás leyendo esto, todos nosotros, personas anónimas. Hagamos que importe nuestras acciones en el mundo.
Mezamos las cunas de los hombres y mujeres del futuro. Tenemos esa responsabilidad como ser humano.
Escribiendo este artículo, me he dado cuenta que puedo escribir varios capítulos acerca de este tema, tal vez por mi propia experiencia personal. He sido una mujer que ha debido masculinizarse para sobrevivir, tomando conciencia de mi femenino debilitado, seduciendo para conquistar el amor sin intimidad, salvando y complaciendo a cambio de anular mi individualidad. Ha sido un largo camino de auto-descubrimiento, de auto-aceptación, de aprender “eso” del amor propio, de respetarme por encima de todo y de todos. ¡Qué difícil es desaprender lo aprendido!
Hasta aquí mi mirada acerca de lo que celebramos en el día de la mujer. Añadir mi gratitud a todas las instituciones, colectivos y personas que siguen visibilizando los secretos silenciados de esta sociedad antinatural.
Luna Nueva en Piscis.
Este domingo día 10 de marzo tenemos una Luna negra (=nueva) en Piscis. Es una energía de comienzos, por la luna nueva, y de finales, por el signo de Piscis que es el signo que le corresponde la última casa astrológica, la casa 12. La casa del inconsciente, de lo oculto, de los excluidos, de la disolución, del karma, de otras vidas, de la gestación antes del parto (momento de tu ascendente)…. Parece que la vida nos pone en una energía de: “El Principio del Final”
Es hora de soltar, de liberar, de dejar paso a lo nuevo, cerrar capítulo, para escribir en tu nuevo libro en blanco. No es fácil. Es desapegarte a lo que estás acostumbrada, a lo conocido, a lo que sabes hacer, a donde te es fácil controlar. ¿Qué tal si te digo que con esta luna debes soltar el control de lo conocido para saltar al vacío? ¿Te atreves?
En esta ocasión no te voy a ofrecer un ritual. Sólo invitarte a que puedas meditar y reflexionar qué parte de ti ha muerto y no has enterrado todavía para que pueda servir de abono a la nueva tú. Se acerca la Primavera y nos toca florecer, deja que lo viejo te sirva de compost para lo nuevo.
Feliz Luna nueva es Piscis.
Feliz comienzo del fin.
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Bendiciones
Irene RM . La Diosa Cíclica.